La era de la contemplación


El bus siempre ha sido un disparador de ideas constante. Creo que nunca había disfrutado tanto de viajar en bus como en mis años de estudiante. Era todo nuevo. Épocas en las que empezaba a disfrutar de esa pequeña independencia y soledad necesaria para poder crecer. Fueron 5 años de mi vida tomando el mismo camino de Carabaya a San Miguel, un camino muy peculiar y tres tramos bien diferenciados: Zona de comercio, el puente de 28 de julio y, por último, la Brasil, que era la zona que más conocía. Podías encontrarte con diferentes tipos de personas: desde turistas y políticos hasta artistas y comerciantes.
Todos en una misma avenida.
Y cómo olvidar los microclimas, siempre que pasabas el puente de la Marina, todo se volvía más gris, independientemente de la estación en la que estabas. 4 horas diarias observando gente, sí, como si no tuviera algo mejor que hacer. Horas en donde era imposible concentrarse a leer o estudiar, ya que constantemente eras interrumpido por un claxon o los gritos de la gente.
Solo te quedaba observar, e imaginar historias locas que le ocurrían a las personas. A veces con música, otras solo con tus pensamientos y siempre la libreta para anotar todo.
Hace 1 año que no he subido a un bus. Y en realidad lo extraño. El teletrabajo puede ser duro a veces, ya no puedes desconectarte a observar, lo único que tienes en frente es una pantalla por alrededor de 12 horas al día. Al menos esas horas servían para activar la imaginación y repensar la información recibida en las clases. Ahora es difícil hacerlo por las circunstancias.
Charly dice en una de sus canciones que “Nació para mirar lo que pocos quieren ver”, y no puedo evitar sentirme un poco identificada.
Nunca me olvidaré de aquella escena tan contrastante escuchando a Vivaldi viendo como se perdía la gente, sin poder hacer absolutamente nada.
Creo que fue lo más doloroso que me tocó observar. Definitivamente la vida está hecha de contrastes.
Enero 2021
Foto: Mario R.